«…Río Tinto, aldea que toma el nombre del río Tinto, que corre poco
distante de ella al lado de poniente. Tiene 62 vecinos y está situada al
noroeste de esta villa y distante de ella legua y media. Tiene iglesia
parroquial, su titular San Bartolomé, servida por un cura. Están anejos a
dicho curato, El Ventoso, con 39 vecinos, distante de la de Río Tinto un
cuarto de legua al levante. Y Los Ermitaños, con 8 vecinos, al norte de la
de Río Tinto, y dista dicho monte de esta villa dos leguas al nordeste de
ella. Asimismo, nueve vecinos que viven en los molinos harineros que
estén en dicho do Tinto…»

Informe Ms 7306 de “Sevilla”. Biblioteca Nacional, Sección de Manuscritos. Transcritos y publicados en
RUIZ GONZÁLEZ, Juan E. (1999): Los pueblos de Huelva en el siglo XVIII (según el Diccionario del
geógrafo real D. Tomás López). Diputación Provincial. Huelva, Págs 323-330.

Es increíble que una mina haya estado en explotación industrial continua desde los romanos, es decir, durante 2.000 años.

El potencial agrícola del entorno del río Tinto era ya aprovechado durante la Edad del Cobre desde asentamientos ubicados en posiciones dominantes como el poblado de La Atalayuela, localizado entre los ríos Tinto y Corumbel en el término de La Palma del Condado.

La población de esta zona evolucionó paralelamente hacia una mayor complejidad y desigualdad social, hechos que prueban las manifestaciones megalíticas próximas del Cabezo de la Sepultura en Villarrasa, u otras cercanas como las de Soto en Trigueros o El Moro en Niebla. Durante las edades del Bronce Final y el Hierro, la ocupación prolongada en algunos asentamientos convirtió a centros como Niebla o Tejada en destacados receptores de los productos agrícolas y en articuladores territoriales de la zona, una función mantenida durante la dominación romana en villae como las de Chabuco o El Garabato, ambas en La Palma del Condado, o la de Las Capellanías en Villarrasa.

La molienda de ribera desarrolló una gran auge durante la Edad Media, impulsándose la construcción de molinos harineros en los ríos y arroyos de cierto caudal. Con estructuras dispares y de diferente entidad respondiendo la demanda del entorno, los más elementales abastecían núcleos de población cercanos en economías de subsistencia, mientras los de mayor envergadura estaban vinculados a poblaciones más ricas que contaban con mejores posibilidades para la comercialización.

Por su elevado grado de contaminación, las aguas del Tinto no han servido para el regadío ni el consumo humano, siendo la molienda la actividad que ha potenciado el desarrollo económico de su curso en manos de la Corona o la Iglesia durante el Antiguo Régimen y, desde el siglo XIX, en las de los propietarios surgidos de las desamortizaciones. Documentados desde el siglo XV, la mayor parte de los molinos conservados en la actualidad fueron construidos entre los siglos XVIII y XX, y permanecen mostrando sus naves de molienda, azudes, cauces de agua, etc. conservados en distinto estado, elementos que condicionan el cauce fluvial y demuestran el carácter histórico del paisaje.

La descripción técnica del molino de rodezno la encontramos de muy diversos estilos. Unos autores la hacen empezando por el mecanismo del ingenio, otros por el edificio donde se aloja, otros por el funcionamiento y trabajo del molinero, etc. Quizás, lo más práctico sea describir lo que vemos desde fuera, es decir, localizar el molino propiamente dicho así como su presa o azud. A partir de ahí, entrar en el molino y ver los elementos del piso superior o cuarto de molienda, seguidamente bajar al “infierno” o cárcava, que es la zona donde se encuentra el rodezno, hoy ya destuidas y abandonadas tras el paso del tiempo.

En el exterior encontramos la conducción de agua hasta el molino (presa o azud) y el edificio del molino, que suele estar en la orilla, fuera del alcance de crecidas e inundaciones. La mayoría de molinos del río Tinto se inundan  en períodos invernales y algunos de ellos fueron totalmente inutilizados (destruidos) por no haberles dado la ubicación adecuada.

En lo meramente turístico, decir que podemos realizar la visita por nuestra cuenta, aprovechando la multitud de senderos, pistas y carriles que discurren por los márgenes del río.

Aunque nuestro consejo es utlizar una de las visitas organizadas para conocer la desmesura de los yacimientos mineros, entre ellos la mina de Corta Atalaya, que en su día fue la mayor mina a cielo abierto de Europa, un lugar único para todos los aficionados al turismo industrial. Desde 2012, la Corta Atalaya está inscrita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como bien de interés cultural. El río Tinto también está catalogado como Paisaje Protegido.

Nosotros os recomendamos esta ruta, que sin duda hará el deleite de los amantes de la naturaleza, así como del turismo industrial tan demandado por estas tierras mineras onubenses.

Molinos Harineros del Rio Tinto

 

Información y bibliografía: andaluciamia – Consejería de Cultura Junta de Andalucía – Fundación Patrimonio Industrial de Andalucía

Fotografías y video: Ángel Picón